Presentación
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a caridad de Cristo nos apremia (2Co 5,14). Desde ese amor misericordioso del Señor nos
sentimos enviados. Y desde esa caridad se medirá también nuestra fidelidad de
Iglesia de Jesús. Queremos que todas las parroquias, vicarías, instituciones y
grupos de acción caritativa y social parroquiales actúen de tal manera que los
pobres, enfermos, migrantes, encarcelados, perseguidos por la justicia, se
sientan como ‘en su casa’ en cada comunidad cristiana, o como dice el Papa
Francisco: que encuentren oasis de misericordia.
«El amor cristiano debería transformar las relaciones
humanas y estimular a las personas a interesarse por los problemas que les
rodean. Este amor tiene su fuente en la Trinidad, y fue el amor lo que inspiró
el ministerio de Jesús. El mandamiento del amor contenido en los Evangelios
debe inspirar, purificar y elevar toda relación humana en la sociedad y en la
política» (CDSI 33).
La acción socio-caritativa de una Iglesia misericordiosa
expresa con sus hechos los signos del Reino de Dios: el trabajo por la
justicia, la solidaridad con los insignificantes y excluidos, la acogida
incondicional del enfermo, el encarcelado, el migrante. A través de este
testimonio, a veces sin palabras ni textos escritos, los cristianos plantean
interrogantes irresistibles a la sociedad actual: ¿Por qué son así? ¿Por qué
viven de esa manera? ¿Qué es o quién es el que los inspira? ¿Por qué están con
nosotros? Este testimonio constituye ya de por sí una proclamación silenciosa y
muy clara y eficaz, de la Buena Nueva: un kerygma sin palabras.
El testimonio que reclama la Evangelización, cuando se
confronta con la situación de nuestro mundo, es la opción preferencial por los
pobres, consagrada por Juan Pablo II: «La
Iglesia en todo el mundo... quiere ser la Iglesia de los pobres...quiere
extraer toda la verdad contenida en las Bienaventuranzas de Cristo y sobre todo
en esta primera: ‘Bienaventurados los pobres de espíritu...’. Quiere enseñar la
verdad y quiere ponerla en práctica, igual que Jesús vino a hacer y a
enseñar... Los pobres merecen una atención preferencial, cualquiera que sea la
situación moral o personal en que se encuentren. Hechos a imagen y semejanza de
Dios para ser sus hijos, esta imagen está ensombrecida y aún escarnecida. Por
eso, Dios toma su defensa y los ama. Es así como los pobres son los primeros
destinatarios de la misión y su evangelización es por excelencia señal y prueba
de la misión de Jesús» (RMi 60).
La misericordia, que busca el pleno cumplimiento de las
exigencias de la justicia en todo el ámbito social, se encuentra con la dimensión
socio-política que nace del propio dinamismo del compromiso cristiano. La
caridad política es un compromiso activo y operante, expresión del amor
cristiano en favor de los demás, especialmente de los más necesitados,
enfermos, encarcelados, migrantes, y de una sociedad más justa y fraterna.
El ministerio de la misericordia es el oído de la Iglesia
que escucha los gemidos sin palabras de quienes han sido silenciados y suma su
clamor al lamento apagado de quienes sufren, para interpelar con ellos a quienes
no pueden o no quieren oír: Denunciar, de manera profética, toda forma de
pobreza, enfermedad, prisión injusta, migración y opresión, y defender y
fomentar en todas partes los derechos fundamentales e inalienables de la
persona humana.
Ministerio integrado en la Iglesia diocesana debe
participar del compromiso por la justicia propio de toda la comunidad eclesial
y tratar de hacerlo viable, particularmente a través del compromiso temporal de
los laicos, en la dimensión socio-política de sus responsabilidades ciudadanas.
Analiza, denuncia y actúa ante las situaciones de pobreza, injusticia,
marginación y violación de derechos humanos. La caridad es por su origen y
destino siempre universal. Dios Padre ama a todos y hace hermanos a todos sus
hijos. Del mismo modo, Jesús ama a todos, incluso exhorta a sus discípulos a lo
humanamente casi irrealizable: el amor al enemigo. La pastoral socio-caritativa
de una Iglesia misericordiosa tiene que ser universal como el amor cristiano
que la inspira.
«Es tarea del fiel laico anunciar el Evangelio con el
testimonio de una vida ejemplar, enraizada en Cristo y vivida en las realidades
temporales: la familia, el compromiso profesional en el ámbito del trabajo, de
la cultura, de la ciencia y de la investigación; el ejercicio de las
responsabilidades sociales, económicas y políticas. Todas las realidades
humanas personales, sociales ambientes y situaciones históricas, estructuras e
instituciones son el lugar propio del vivir y actuar de los cristianos laicos.
Estas realidades son destinatarias del amor de Dios; el compromiso de los
fieles laicos debe corresponder a esta visión y cualificarse como expresión de
la caridad evangélica» (CDSI 543).
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